“Apestados”; la opinión de Guadalupe Loaeza

¿Por qué insistirán algunos funcionarios de la 4T en exhibirse en los mejores restaurantes de México? ¿Por qué no acabarán por entender que no sólo resulta de mal gusto, sino de mal tino en estos tiempos de crisis? ¿Por qué no atienden la instrucción de su patrón, al pedirle a su gabinete vivir en la “pobreza franciscana”, tal como les pidió López Obrador, el 28 de julio en una reunión con su equipo?

No, por lo visto es mucho pedirles, sobre todo a los más altos colaboradores y a los más señalados de corrupción, como es el caso de Manuel Bartlett y de su no esposa, Julia Abdala.

“¡Rateros, corruptos, ladrón, vende patria!”, les gritaron de una mesa ocupada por señoras y otros comensales, en el momento en que Bartlett pidió la cuenta, la cual ha de haber sido sustanciosa, ya que se encontraban en uno de los mejores restaurantes de Polanco.

¡Cuánta ira, rabia y coraje provocaba esta pareja tan desvergonzada y desprestigiada! ¡Cuánta indignación inspiran por ir por el mundo sin el menor recato, formando parte de un movimiento que supuestamente aboga por los más pobres!

¿Por qué entre tantos restaurantes de la Ciudad de México eligieron el más de moda y en el que todo el mundo va, a pesar de los precios tan elevados? ¿Lo harán por fregar o por cínicos? ¿Les gustará provocar irritación, sabiendo lo que todo el mundo sabe, que el señor Manuel Bartlett ha sido, es y será un corrupto?

Una vez que salieron huyendo del restaurante, como un par de prófugos, y se dirigieron a su camioneta, ella, Julia, furiosa como ha de haber estado, no se aguantó y regresó al establecimiento, para reclamar airadamente los improperios.

¿Qué tanto les habrá dicho? ¿Qué diablos reclamaba Julia, si lo que les decían era la puritita verdad? Él, su no marido Manuel Bartlett, se encaminó detrás de ella como para calmarla, dicen que casi su guarura la carga para regresarla al coche.

No pudieron haber caído más en ridículo, en esos momentos tan humillantes, porque seguramente todo el restaurante, entre divertido y azorado, estaba viendo la escena. No me quiero imaginar los comentarios, las risas y las bromas durante la sobremesa, ni las terribles críticas hacia López Obrador por un colaborador que debería estar tras las rejas.

De todo este sainete, ocurrido hace un par de semanas, apenas nos enteramos gracias al tuit de la espléndida periodista Lourdes Mendoza: “Hace 2 sábados @ManuelBartlett y su mujer, que no es su mujer, Julia comieron en el Arturo’s en mesa casi a la entrada. El restaurante lleno y nadie dijo nada, hasta q pidió la cuenta y le empezaron a gritar muchísimos comensales: rateros, corruptos, ladrón, vende patria y se salieron”. (3:34 p.m., 16 de agosto, 2022).

Qué exasperante resulta la ceguera, intencional o no, de López Obrador al seguir apoyando a personajes como Bartlett y Gertz, por citar los dos funcionarios que más daño le hacen a la 4T, que por cierto tienen características muy similares: su “tierna edad…”, su oscuro pasado, su fortuna, su estilo de vida, su obsesión por verse jóvenes, su poco respeto hacia los demás y su enorme poder otorgado por López Obrador.

Ambos representan lo más podrido del sistema político mexicano. Algo me dice que los dos se mueren de la risa, en la intimidad, del sermón que pregona el Presidente a propósito de la austeridad republicana, convertida en pobreza franciscana.

Hace muchos, pero muchos años, conozco a los dos y siempre me ha llamado la atención la vida de sibaritas que llevan: sus coches, sus casas, sus viajes y su forma de vestir. Los dos son igual de materialistas, frívolos y obsesivos por el poder. Igual que sus trajes, están cortados por la misma tijera.

En realidad, son un producto de lo más acabado del PRI.

Por último, no pude evitar imaginar el agarrón que se dieron Julia y Manuel, en el coche, a raíz del escándalo:

“¿Ves lo que pasó por tu culpa? Yo no quería ir a ese restaurante. No era el momento. Además, tienes que controlar tus exabruptos. ¿Para qué regresaste a pelearte con esas personas? ¿Para qué te expones de esa manera? Ya bastantes broncas tengo y tú haciendo papelitos de mujer ofendida. Ya no hay que salir. Ya me imagino los tuits de varios de los comensales. Nos hubiéramos quedado en casa… Qué manera de exponernos tan gratuitamente. Además, tengo gastritis. Me cayó pésimo el vino. Julia, te suplico no comentes con nadie lo que sucedió. No es justo que, a mis 86 años, me estén gritando ladrón y vende patrias… En lugar de llorar, dame un omeprazol”.

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Editorial publicado originalmente en Grupo Reforma.
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