“La crisis del agua es solo un aviso”; la opinión de Víctor Martínez Lucio

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El clima está cambiando y el mensaje es claro, ahora nosotros debemos cambiar nuestra manera de vivir.

El debate ya no es la existencia o no del fenómeno conocido como “el cambio climático”; por el contrario, el tema ahora es por dónde comenzar y cómo hacerlo de la forma más efectiva.

Señales como la ola de calor en Europa son una muestra, pero de Estados Unidos a China, pasando por el viejo continente, el mundo arde.

Lo anticiparon hace tiempo los científicos, y ahora está ocurriendo este daño por el cambio climático, y ahora aseguran que la tendencia continuará verano tras verano hasta el 2060.

Otras voces sostienen: “Nuestro modo de vida, basado en producir, consumir, desechar y contaminar, ha conducido a la emergencia planetaria a la que nos enfrentamos. Ahora es el momento de transformar nuestra relación con la naturaleza”.

Así lo señaló hace una semana António Guterres, secretario general de la Organización de las Naciones Unidas, al tiempo que hizo un llamado a que se asuman “compromisos creíbles”.

La temperatura global ya ha aumentado 1.1 grados Celsius con respecto a los niveles preindustriales.

En estas circunstancias, las olas de calor extremas ya tienen aproximadamente cinco veces más probabilidades de ocurrir, según un informe clave del Panel Intergubernamental de Expertos en Cambio Climático de la ONU que se publicó en 2021.

Aun quienes no toman en serio estos temas, insisten en destacar que las olas de calor ya han ocurrido en el pasado, pero el cambio climático está provocando que ahora sean más largas, más extremas y más frecuentes.

Rompen los récords

En Estados Unidos, la historia reciente registra la época de sequías conocida como Dust Bowl en la década de 1930.

Ese periodo provocó históricas olas de calor, sobre todo en 1936; pero el verano de 2021 empató ese año en cuanto a las temperaturas más altas. Informes de la ONU advierten que si las temperaturas suben dos grados, la probabilidad de las olas de calor aumenta 14 veces, y con ello el número de enfermedades y muertes relacionadas.

En conclusión, es tiempo de entender que debemos cambiar nuestra manera de vivir.

La forma en que consumimos, en que generamos energía, la forma en que nos transportamos, en que nos relacionamos con nuestro entorno.

En ese contexto, la crisis del agua es solo un aviso.

 

 

Editorial publicada originalmente en Milenio.

 

 

 

 

 

 

 

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