“El que suelte el tigre que lo amarre”, dijo AMLO en la campaña electoral en 2018 a los banqueros en Acapulco. Sonó a amenaza para inhibir el fraude electoral. Gracias al INE las elecciones fueron limpias, y hasta Peña Nieto se llevó su palmada. AMLO ya es Presidente… ¿el tigre está quieto?
Algunos, ingenuos o distraídos, están atentos al circo mañanero sin reparar en el peligro del felino suelto, con su domador distraído, encantado, poniendo música de Chico Che y recitando las historias de los héroes patrios. El feroz animal ya dio un paso fuera de su encierro. Eso es lo ocurrido en la dizque elección de los dirigentes distritales de Morena el fin de semana pasado: un animal salvaje, hambriento de poder y dinero, da manotazos con sus garras afiladas cerca de la gente.
El tigre, entiendo, es la gente enojada por la condiciones de desigualdad, la falta de medicinas, las largas esperas en hospitales públicos, son las personas desechadas de un sistema edificado con privilegios corruptos; sin embargo, debemos advertir que ese tigre no esperaba un “resultado electoral”, sino un “resultado de gobierno” que no llega, ni llegará al fin del sexenio. La fiera no está tranquila con ver triunfante a su domador, quiere un reparto democrático del saber, del tener y del poder.
Cuenta la leyenda que San Francisco de Asís hablaba con los animales y la naturaleza. ¿Qué tan cercana a los tigres es la cacaraqueada pobreza franciscana?, porque “sus” trenes, AIFA y refinería tienen más rostro de “riqueza obradoriana”.
El exsacerdote franciscano Leonardo Boff, seguidor de la teoría de “por el bien de todos primero los pobres”, que él y muchos otros llamaron, mucho antes, “opción preferencial por los pobres”, escribió hace años una interpretación del Santo de Asís. Allí dice que la pobreza es “la herida más dolorosa y sangrienta de toda la historia de la humanidad”. La 4T debe admitir que esa lesión en México, con su gobierno, no sólo no cicatriza sino que se agravó y sangra a borbotones.
Boff cree en la liberación “integral” del hombre y la mujer, y condenó los sistemas de producción que favorecen el consumo y la acumulación de dinero “elitista y excluyente”. La pobreza es un problema político, sentenció, porque deshumaniza a ricos y pobres. La pobreza “desestructura la vida emotiva y las relaciones de unos con otros, impide la vocación esencial del ser humano a desarrollarse y expandir sus capacidades más allá de su instinto de supervivencia, conduciendo a la envidia, al odio, a la violencia… y lleva a considerar a los pobres seres inferiores, innecesarios para la sociedad, peso muerto de la historia” (San Francisco de Asís. Ternura y Vigor).
Boff puede ser acusado de todo menos de conservador o plutócrata; condenó “el asistencialismo” de programas sociales, porque no cuestionan la injusta estructura social. Un franciscano de verdad reconocería la deuda social con los más pobres, y reclamaría un modo más justo de redistribución de la renta nacional. La 4T sólo promueve, diría el brasileño, “la economía de la limosna y el regalo, propia de una sociedad señorial”, donde un Señor da tajadas de carne a sus tigres después de que éstos brincan uno sobre el otro y el público aplaude. La pobreza franciscana se rebela contra su domador porque no acepta ni el chicotazo, ni el miserable espectáculo dentro de la jaula de brincar entre aros de fuego a cambio de recompensas temporales.
Lo verdaderamente franciscano cree en la libertad, la ternura, la fraternidad, la feminidad. Cree que a “la hermana selva maya” no la puede herir un tren. Cree en el “hermano tigre”. No valen lecciones franciscanas sin sentir hermano “al otro”, sea animal, persona o planta. Cuando hay indiferencia o “superioridad” frente a otro ser humano porque piensa distinto, no hay pobreza franciscana, hay soberbia demoniaca.
El autor es senador de la República.
Editorial publicada originalmente por Grupo Reforma.